“El bypass me cambió la vida”


viernes 21 de septiembre de 2012 09:00 AM
Mawampy Bonillo / Mérida
Lorena elige una cafetería y panadería merideña para contar su historia de exgordita: “Éste era mi lugar favorito cuando era gorda... Me sentaba aquí y pedía un café… y para acompañarlo pedía dos tortas”, suelta con picardía la joven que pesaba 99 kilos (con1,56 metros de estatura) hace dos años.
La vida, para ese entonces, narra, era muy elemental para ella. Lejos de casa, en la universidad, cambió la comida saludable por las “loncherías”, chucherías y refrescos”. Comprendía que estaba gordita “pero me decía que era feliz”, aunque ahora confiesa que todo eso era una mentira.

“Llegué a la cirugía bariátrica porque me enamoré de un muchacho que nunca me correspondió. Eso me adentró en una depresión muy grande y fui al psiquiatra, al final el especialista me dijo: tu único problema es tu sobrepeso, necesitas quererte. Y así averigüé sobre el bypass (…)”.
Lorena desde los 15 años comenzó a sufrir de sobrepeso, y llegó hasta la talla 38, la misma que tenía su papá. “Es bochornoso, pero no me veía el ombligo ni los genitales. Peor aún, estando de pie no podía contemplar mis pies. Me era incómodo hasta manejar mi carro...”.

El 24 de agosto del 2010, en una sala de una clínica marabina, la familia Briceño Grimaldo, espera ansiosa por los resultados de la operación de Lorena. En el quirófano el reloj marca las 7:00 de la mañana. ¡Es la hora! Pero antes de comenzar, el anestesiólogo le dice a la paciente: ‘vamos a encomendarnos a Dios para que en este momento nosotros seamos instrumentos de Él para tu bienestar’. Lorena con 27 años asentó con un amén y presignó su sueño.

“Nunca olvidaré las palabras de ese anestesiólogo, porque así conseguí el equilibrio emocional, espiritual. Me siento mejor, creo que sonrío más con la gente, fue un cambio totalmente positivo”. Ella, a los 17 años, tomaba pastillas para la hipertensión arterial y, día a día, veía cómo empeoraban sus condiciones físicas.

Optó por la técnica del bypass gástrico que es incluida dentro de la cirugía bariátrica, con el objetivo de disminuir el tamaño del estómago, sin practicar extracción, sino reduciendo la capacidad de almacenamiento, lo que conlleva a una restricción en la absorción de los alimentos y, por consiguiente, a la pérdida de peso.
La cirugía está recomendada para aquellas personas con un índice de masa corporal mayor a 35, es decir, que padecen una condición de obesidad.

“Esto es como volver a nacer”, explica Lorena luego de dos años de haberse sometido a la intervención. “El hecho de que me pueda agachar para amarrarme los cordones, para mí es un éxito total. Que me guste un pantalón, entre a la tienda, me lo mida y que me quede, es muy bueno, me hace sentir plena”, cuenta en un sollozar .

Su procedimiento se realizó a través de laparoscopia. A las tres horas de salir de quirófano Lorena ya caminaba, a los 15 días manejaba y al mes se presentó a cantar en el coro de la iglesia, ante la mirada atónita de muchos que no sabían de su operación.

En diciembre de ese año bajó a 74 kilogramos, en marzo del 2011 ya pesaba 64 y en junio llegó 59, su peso ideal; de allí en adelante el médico le permitió una dieta contentiva de harinas, granos y carbohidratos, hoy, con 30 años, Lorena se mantiene en 54 kilos.

“El primer mes es el más difícil porque uno no come sólido, las primera semana son líquidos: agua con sabor a pollo, con sabor a carne… todo es medido. Después vienen las cremas de verduras y en la tercera semana las papillas, cosas que no endurezcan el estómago, muchas compotas y protector gástrico dos veces al día, es fuerte (…) Pero si volviera a nacer, y fuese gordita, yo me vuelvo a hacer esa cirugía, porque no le vi nada negativo”.

Hace seis meses esta merideña se practicó una abdominoplastia, para retirar el exceso de piel estirada que colgaba de su abdomen.
“Además me hice las lolas (mamoplastia)”, porque el busto también había perdido contextura y lucía muy caído. Lo que no pienso operarme son los brazos, me siento bien así, tampoco me inyectaré las arrugas de la cara, que me quedaron porque mis cachetes eran muy gordos”, aclara.

Su proceso de recuperación ha sido provechoso, hoy lleva una dieta balanceada para lograr una buena nutrición. Aún no se casa, pero sueña con montar un negocio y tener familia, sabe que el embarazo es una etapa que debe llevar con cuidado, por el tema de la poca absorción de los alimentos en su organismo; sin embargo, está dispuesta a comer por dos, sin abusar de ello.

“Yo creo que más que la parte física es la parte emocional. Por ejemplo, el control con el psicólogo es muy importante, porque uno se hace esta cirugía, pero sigue teniendo mente de gordito. Es como cuando un bebé nace, que uno lo va alimentando de poquito en poquito. Ya hoy como lo normal”.
Quienes se practican esta cirugía deben cuidar muy bien su dieta alimenticia, advierte Lorena. “Si uno se descuida el cuerpo se empieza alimentar de sus propios músculos y se seca”. 

Clínicamente esto se traduce en anemias y pérdida de cabello, entre otras complicaciones. “Pero una vez superada esta etapa todo comienza a marchar muy bien”, plantea Lorena posando su nuevo cuerpo en la cafetería panadería.

Otra historia es la de Lilian José García. A ella Le diagnostican diabetes en primer grado, una condición extra. Tenía 24años y pesaba 126 kilos (con 1,68 metros de estatura). Su abdomen medía 168 centímetros. Buscando información en centros médicos, encontró como dice el dicho “matar dos pájaros de un solo tiro”. Hace dos años se hizo el “bypass” como una alternativa para su descontrol alimenticio y físico.

“A los 18 años ya tenía hiperinsulinismo, después comencé a presentar problemas de tiroides, insomnio y artrosis, se me desvió un poco la columna y me costaba caminar. Posterior a la operación todo eso se me quitó,” pero quedaron algunas secuelas, aunque nada de gravedad”.

“Lo más importante es saber que esta cirugía no es magia, es una herramienta. Si vuelves a meterle mucha comida a tu estómago éste puede agrandarse hasta la mitad del tamaño que tenía antes, y después pierdes la operación”, explica esta joven cumanesa.

A diferencia de Lorena, Lilian presentó algunos efectos secundarios durante el proceso de recuperación, frecuentes en algunos pacientes. Al tercer mes se le comenzó a caer el cabello y poco después una litiasis vesicular la llevó a practicarse una colecistectomía.

“Eso también fue parte de todo el proceso, luego el cabello me comenzó a crecer normal y no se me cayó más. Ahora llevo una vida normal, hago ejercicios y como sano. Soy capaz de hacer otras cosas que me limitaba antes el sobrepeso. Los medicamentos de antes los cambié ahora por polivitamínicos, calcio… proteína. Mi autoestima nunca se vio afectada cuando era gorda, pero no puedo negar que me encanta cuando ahora veo una prenda de vestir que me guste y al medírmela me quede bien, antes eso no pasaba”, destaca.

Lorena y Lilian, aunque operadas en ciudades diferentes, concuerdan en que la recuperación depende 100% de la cooperación del paciente.
Ambas dan gracias de haberse topado con equipos de especialistas médicos completos, que trataron cada aspecto físico y psicológico para lograr el éxito de la cirugía.

“Hay que ir directamente donde el especialista, y ver que éste tenga a su lado un equipo médico completo, con cardiólogo, anestesiólogo, nutriólogo, gastroenterólogo, neumonólogo… Porque todo el equipo debe evaluarte para ver si estás en condiciones para esta cirugía, cada uno debe aprobar en su área si eres una candidata a bariátrica”, destaca Lorena. La cooperación de familiares y amigos también es crucial. En casa de Lorena los Briceño han mejorado sus hábitos alimenticios, en la mesa sólo se sirven platos saludables.

fuente: http://www.panorama.com.ve/portal/app/vista/detalle_noticia.php?id=35605
“La gente se asombra cuando me ve comer helado, o torta, pero es que uno puede comer de todo, pero de todo de lo que uno sabe que no le hará daño al organismo… ¡de todo pero en pocas cantidades!”, resalta Lilian mientras se despide entre agraciadas risas. 

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